viernes, 20 de junio de 2025

Me ahogue

Crecí muy pronto, crecí atravesando calles, corriendo, huyendo con un cuaderno en mano, escribiendo y sintiendo por dentro, esperando una buseta en la madrugada para el colegio, para la casa, para una heladería o para donde fuera. 

No viví en la calle, pero pasé días enteros en ella. Tuve una casa, un espacio habitado que se sentía vacío, triste, solo. Estuve rodeada de ceniceros sucios, de drogas consumidas que poseían personas. Se escuchaban canciones ruidosas, grotescas cargadas de orgullo, insultos, ira y crueldad. Crecí con monstruos que aterraban, que esperaban los momentos de sueño para desenmascarar, crecí con golpes y cuchillos en la puerta, con periódicos diarios y opiniones constantes, con historias ya escritas, con piedras ya puestas, marcas en los brazos y caídas en las aceras. Estuve envuelta en cortes de sueños constantes, en desmeritaciones y maldiciones manchadas de tinta. Aguanté diagnósticos desacertados, golpes en las costillas, apariencias y disfraces de ayuda que solo eran mentira... Crecí en casa pero tuve que hacer lo que tenía a mi alcance para no estar dentro.


Me encerraba en el baño y en descuidos escapaba, me quedaba en los parques, lloraba, dejaba que la sangre escapará y escribía. Escribía hundida en el fango porque aunque corriera no podía huir de mi, del caos que me enfermaba, de las palabras no dichas, del querer ser amada y aceptada. No podía irme, no podía dormir afuera, no podía sumergirme en una rutina de un centro de emergencia, no podía vivir con otra familia. No podía escaparme.

Viví situaciones difíciles que me generaron costumbre, que a su vez me llevaron al límite, al punto de desbordarme y provocaron que el llanto no se detuviera, que los demonios no durmieran y el pánico nunca se fuera.

Caminé por recuerdos en ciudades distintas y viví historias fuertes aún siendo muy pequeña. Dejé de dormir en casa y algunos lugares se convirtieron en descanso, espacios de marihuana, rap, excesos, sexo. Eran lugares sórdidos pero su ambiente no llevaba violencia, llevaban miradas de dolor, cansancio que solo intentaban ayudar a quien lo necesitará y brindar algo que callara un poco las voces y se compartieran historias soñadas, queriendo alcanzar la gloria y dejar trabajos constantes, rutinas que matan y personas que fueron malas. Estuve en casas de amigos, de parejas. Casas con ambientes similares y no, pero que tenían abrigo, chocolate caliente y me permitían estar segura unos momentos. Eran ambientes muy diferentes a los de mi casa, veía familias con carencias y necesidades que protegían a los suyos y querían que estuvieran bien, les brindaban amor y sueños, aunque la ilusión fuera lo único que tuvieran. Estuve por la 54 en Bogotá en llanto, corriendo, por la 23 y Av Santander en Manizales, por la Av Tolstói del pájaro Speed, por la Av circunvalar y centro de Pereira envuelta en recuerdos y heridas que no sanan.

Al final  se terminaba y seguía con ese cuaderno de escritos, aunque ya no se encontraran romances, historias bonitas, ni de encontrarse, ya se habían ido. Quedaban los abusos, los excesos, la violencia y el estar rota

No tuve una familia, no tuve una casa, no tuve quien cuidará de mi y al final me fui y sigo huyendo de aquella cueva de historias, de cada palabra escuchada, de familiares violentos, de volver a sentirme pequeña. Porque cuando lo era tuve que ser adulta y ahora solo quedan los vacíos de lo que no pude gritar, de los pucheros que no pude hacer, del corazón, ¿Cómo estás?, de las vacaciones que no pude pasar, de lo que no pude comprar, de las monedas que tuve que juntar para comer, de los trabajos que me consumieron, de los miedos a la soledad, de no tener quien pueda proteger cuando no se puede más, cuando estás en una clínica con miedo, cuando no tienes donde dormir, cuando no sabes a dónde ir, a quien recurrir, a quien llamar, a quien desearle un lindo día, cuando te enfermas y la cabeza te va a explotar y no puedes contar con quienes te la jodieron a punta de traumas. Sigo huyendo, sigo quedando con este cuaderno, con las letras que me abrazaron a causa de acumular odio y que con lágrimas dejaron otra marca, que permitieron contar una historia. Pude irme, pude hacerlo  aunque eso mismo me ahogara.



sábado, 15 de marzo de 2025

Entre amarillo y recuerdos

Estoy tan cansada, tan drogada y tan rota. Acabó de despertar son las 06: 28 am, mi rostro se ve  maltratado, mi cabeza duele y pienso, pienso en el transcurrir de las cosas. En mi obsesión por Mpl (Grupo francés) "Dimanche", "Lulú", "Jetè à l'eau" y en su recuerdo, en mi frustración y lo poco que he podido perdonarme a mi misma.

Recuerdo los momentos en Pereira corriendo por las aceras, tomando, recuerdo recostarme sobre una entrada afuera y hablar de mis sueños de lo mucho que me gusta la pizza en las navidades, de Villa de Leiva, tal vez porque realmente ello represento mi única navidad feliz. El alcohol, el hotel, los recorridos en mega y el conocer en Cable. Las obras, la música, el viaje. El estar de la mano, las risas y la frase "métele quinta" "vamos" el arte, la vida y las familias. Hacía mucho no me entregaba tanto, confiaba mucho en él, me causaba ternura y empatía sus historias, pensaba que habíamos tenido luchas similares. Al final el trabajar tanto consume y quita inocencias, sueños y sentidos que llevarían por un mejor rumbo. 
Pensaba en su vida, en el cine, en sus chistes y su forma de ser. Era guapo, tonto y carismático, recordarlo me trae mucha alegría, al punto que quisiera volver a ese 22 de diciembre y recorrer más lugares con él, pintar Sonic juntos o perdernos más caminado.

Vivimos, sentimos mucho y discutimos igual, hasta las madrugadas. La verdad poco a poco sin notarlo me estaba entregando, me desnude por dentro. Le conté mis miedos, mis gustos, le mostré mis lugares favoritos, los sitios donde venden salas bonitas, los parquecitos. Le mostré aquella niña que construyó un mundo en Pereira para escapar de su vida, el problema es que con él, no quería irme más y me ilusione, me enamoré de él, de esos días, idealicé, sentí, sentí con el alma. 

Al final debía irse, debía regresar a Bogotá y conduje con el corazón roto, sintiendo euforia y una gran tristeza. Me propuse escribir una historia de amor, una de los dos y empecé, hacía mucho no pensaba en dedicarle mis palabras a una persona, en escuchar canciones de piano para inspirarme y en qué las lágrimas brotaran por todo el sentimiento. Me gustaría decir que acabe la historia y no que la historia acabó conmigo, tal vez no es ninguna del todo pero aquí estoy después de evadirlo tanto, después de lo vivido con una tristeza tan fuerte y un dolor que me hiere tanto. 

No nos conocimos en Transmilenio, no nos conocimos en un parque, ni en Tinder. Nos conocimos en Livejoy, donde trabajaba, donde bastaba más un cuerpo que una persona, donde la soledad pesaba y las charlas se volvian largas y plenas. Nos vimos llevando un trato, y ojalá aquí no fuera como en canciones de Rupatrupa como "Rara bien"o de Guardarraya " La diabla" 

Al final cada uno tenía su vida, sus situaciones y sus heridas. Realidades y un día a día, discutíamos, pensabamos y estábamos lejos pendiendo de una ilusión de 4 días, de todos esos lindos momentos que poco a poco se iban yendo. Porque no siempre sentimos igual, por las edades, porque se está tan roto que un golpe más podría tumbarnos. Quisiera pensar mucho que no, que no sólo fue un interés en sexo que fue real, que me quiso, que le toque un poco su interior, quisiera pensar tanto que fue así pero día a día o al final escribo todo esto es porque muy adentro siento que es mejor no engañarme, que en la distancia me sentí más peque, más inocente.

Era la primera vez que me entregaba a alguien sin conocerlo, que viajaba a un hotel pensando en cómo hacer para estudiar artes, en las carencias y allí mi plan cambió, allí todo eso en un momento dejo de importar y quería estar con él, quería dejarlo todo. En su caso no era la primera vez que pagaba por sexo, no era la primera vez que lo habían lastimado y tenía más los pies en la tierra, el sabía y me dijo muchas cosas por su experiencia. Al final los dos confiamos y sentimos aunque no fuera igual. Regresamos y volvieron las llamadas, pasaron situaciones médicas, situaciones personales. Aparecieron miedos, dudas, inconformidades y desasosiegos. Cartas, canciones y preguntas. Terminé huyendo, alejándome. La última vez que hablamos había hecho una ilustración. Esta representaba Pereira, el estar con él. La desnudez y calma, el existir, ese color amarillo de mpl que hizo que al estar allá todo cobrará más fuerza, que aún en medio de aquel acuerdo y de lo crudo del contexto se buscara un mundo utópico para que no pesará tanto. Al final está historia muestra un poco dos personas heridas que se encontraron por casualidad, que amaban el arte, que estaban tan rotas y con cada pedazo le hicieron daño al otro y a ellos mismos. Huí porque no podía más, lo seguía conociendo y me hería, me herían sus palabras, sus promesas, su desinterés o sus intereses en él y tal vez las cosas en la distancia podían ser muy diferentes pero solo iba sintiendo que había entregado parte de mi y me estaba quedando más rota y vacía de lo que estaba. 

Mpl, marco aquel momento y me sigue acompañando he escuchado todo el álbum, he hecho que sea parte de mi arte y está historia. Los recuerdos dejan algo, marcan y transforman. A veces lo pienso mucho, a veces lloro, a veces me siento usada, a veces pienso que me preocupe demás. A veces esto me voltea la cabeza y lloro porque duele escuchar el "te lo dije" a ti misma, lloro y siento, aún trato de descifrar todo, de dejarlo ir por completo de no pensar en ver el cortometraje de los Oscar, de no llamarlo. Es una historia entre amarillo y recuerdos, realmente triste que me trae hasta este momento para intentar cerrar un poco, para soltar, llorar y no ignorar más lo que pasó, lo que sentí y lo que dejó.

Me ahogue

Crecí muy pronto, crecí atravesando calles, corriendo, huyendo con un cuaderno en mano, escribiendo y sintiendo por dentro, esperando una bu...