Recuerdo los momentos en Pereira corriendo por las aceras, tomando, recuerdo recostarme sobre una entrada afuera y hablar de mis sueños de lo mucho que me gusta la pizza en las navidades, de Villa de Leiva, tal vez porque realmente ello represento mi única navidad feliz. El alcohol, el hotel, los recorridos en mega y el conocer en Cable. Las obras, la música, el viaje. El estar de la mano, las risas y la frase "métele quinta" "vamos" el arte, la vida y las familias. Hacía mucho no me entregaba tanto, confiaba mucho en él, me causaba ternura y empatía sus historias, pensaba que habíamos tenido luchas similares. Al final el trabajar tanto consume y quita inocencias, sueños y sentidos que llevarían por un mejor rumbo.
Pensaba en su vida, en el cine, en sus chistes y su forma de ser. Era guapo, tonto y carismático, recordarlo me trae mucha alegría, al punto que quisiera volver a ese 22 de diciembre y recorrer más lugares con él, pintar Sonic juntos o perdernos más caminado.
Vivimos, sentimos mucho y discutimos igual, hasta las madrugadas. La verdad poco a poco sin notarlo me estaba entregando, me desnude por dentro. Le conté mis miedos, mis gustos, le mostré mis lugares favoritos, los sitios donde venden salas bonitas, los parquecitos. Le mostré aquella niña que construyó un mundo en Pereira para escapar de su vida, el problema es que con él, no quería irme más y me ilusione, me enamoré de él, de esos días, idealicé, sentí, sentí con el alma.
Al final debía irse, debía regresar a Bogotá y conduje con el corazón roto, sintiendo euforia y una gran tristeza. Me propuse escribir una historia de amor, una de los dos y empecé, hacía mucho no pensaba en dedicarle mis palabras a una persona, en escuchar canciones de piano para inspirarme y en qué las lágrimas brotaran por todo el sentimiento. Me gustaría decir que acabe la historia y no que la historia acabó conmigo, tal vez no es ninguna del todo pero aquí estoy después de evadirlo tanto, después de lo vivido con una tristeza tan fuerte y un dolor que me hiere tanto.
No nos conocimos en Transmilenio, no nos conocimos en un parque, ni en Tinder. Nos conocimos en Livejoy, donde trabajaba, donde bastaba más un cuerpo que una persona, donde la soledad pesaba y las charlas se volvian largas y plenas. Nos vimos llevando un trato, y ojalá aquí no fuera como en canciones de Rupatrupa como "Rara bien"o de Guardarraya " La diabla"
Al final cada uno tenía su vida, sus situaciones y sus heridas. Realidades y un día a día, discutíamos, pensabamos y estábamos lejos pendiendo de una ilusión de 4 días, de todos esos lindos momentos que poco a poco se iban yendo. Porque no siempre sentimos igual, por las edades, porque se está tan roto que un golpe más podría tumbarnos. Quisiera pensar mucho que no, que no sólo fue un interés en sexo que fue real, que me quiso, que le toque un poco su interior, quisiera pensar tanto que fue así pero día a día o al final escribo todo esto es porque muy adentro siento que es mejor no engañarme, que en la distancia me sentí más peque, más inocente.
Era la primera vez que me entregaba a alguien sin conocerlo, que viajaba a un hotel pensando en cómo hacer para estudiar artes, en las carencias y allí mi plan cambió, allí todo eso en un momento dejo de importar y quería estar con él, quería dejarlo todo. En su caso no era la primera vez que pagaba por sexo, no era la primera vez que lo habían lastimado y tenía más los pies en la tierra, el sabía y me dijo muchas cosas por su experiencia. Al final los dos confiamos y sentimos aunque no fuera igual. Regresamos y volvieron las llamadas, pasaron situaciones médicas, situaciones personales. Aparecieron miedos, dudas, inconformidades y desasosiegos. Cartas, canciones y preguntas. Terminé huyendo, alejándome. La última vez que hablamos había hecho una ilustración. Esta representaba Pereira, el estar con él. La desnudez y calma, el existir, ese color amarillo de mpl que hizo que al estar allá todo cobrará más fuerza, que aún en medio de aquel acuerdo y de lo crudo del contexto se buscara un mundo utópico para que no pesará tanto. Al final está historia muestra un poco dos personas heridas que se encontraron por casualidad, que amaban el arte, que estaban tan rotas y con cada pedazo le hicieron daño al otro y a ellos mismos. Huí porque no podía más, lo seguía conociendo y me hería, me herían sus palabras, sus promesas, su desinterés o sus intereses en él y tal vez las cosas en la distancia podían ser muy diferentes pero solo iba sintiendo que había entregado parte de mi y me estaba quedando más rota y vacía de lo que estaba.
Mpl, marco aquel momento y me sigue acompañando he escuchado todo el álbum, he hecho que sea parte de mi arte y está historia. Los recuerdos dejan algo, marcan y transforman. A veces lo pienso mucho, a veces lloro, a veces me siento usada, a veces pienso que me preocupe demás. A veces esto me voltea la cabeza y lloro porque duele escuchar el "te lo dije" a ti misma, lloro y siento, aún trato de descifrar todo, de dejarlo ir por completo de no pensar en ver el cortometraje de los Oscar, de no llamarlo. Es una historia entre amarillo y recuerdos, realmente triste que me trae hasta este momento para intentar cerrar un poco, para soltar, llorar y no ignorar más lo que pasó, lo que sentí y lo que dejó.